Lo sucedido

Hace tres o cuatro días yo y otros miembros de la comunidad científica mexicana (estudiantes de posgrado, posdocs, investigadores, etcétera), nos enteramos de una conferencia sobre algo llamado “Gravedad Repulsiva” programada en el Auditorio Barros Sierra de la Facultad de Ingeniería de la UNAM para el jueves 20 de marzo del año en curso. En el cartel del evento se hacían ya declaraciones muy fuertes, rayando en el delirio de grandeza: “Tesis desarrollada en la Facultad de Ingeniería que postula una modificación a la Ley de Gravitación Universal, que de corroborarse experimentalmente, provocaría un impulso exponencial en la Ingeniería automotriz, aeronáutica y aeroespacial, además del Primer Premio Nobel de Física para la UNAM, para México y para Latinoamérica”. Bueno, se vale soñar.

Lo que no se vale es usar el prestigio y los recursos de las instituciones que hacen ciencia para la pseudociencia y la autopromoción.

Investigando un poco, la historia, hasta donde puedo determinarla, es que Alejandro Gallardo es un estudiante de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, que está (o qui?a estaba) por presentar su examen de grado en estos días (sin ningún sinodal del área de gravitación) y que tiene alguna relación con la sociedad de astrónomos aficionados que ostensiblemente organizaba la conferencia. Desde hace al menos diez años labora en un intento de describir una fuerza de repulsión gravitatoria usando álgebra elemental, falsando así tanto la gravedad Newtoniana como la Relatividad General. En esto es similar a innumerables personas que hacen ciencia marginal o pseudociencia (entendida como algo que no es ciencia pero que pretende hacerse pasar por ciencia).
Si bien el problema de demarcación es un problema interesante e importante en filosofía de la ciencia y la frontera entre ciencia y no-ciencia puede no ser una línea bien delineada, sino tener franjas de nadie, la “gravedad repulsiva” no es un caso límite o controversial: la más somera inspección de la tesis deja claro para cualquier físico que se trata de un trabajo que no reúne los más mínimos requisitos de coherencia, rigor y sentido físico. Empieza eliminando la relatividad y la cuántica y termina prometiendo autos voladores en el Laboratorio de Máquinas Térmicas de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.
Sin detenernos demasiado en los problemas técnicos del trabajo, hay que decir que no está publicado y que no ha aprobado un proceso de revisión de pares, muy probablemente porque en su forma actual esimpublicable (i.e., no cumple con requisitos mínimos de originalidad, legibilidad, calidad técnica y rigor matemático). Se trata de un escrito que ignora o malinterpreta todos los avances en gravitación de la segunda mitad del siglo pasado, en particular las pruebas de precisión de relatividad general, y comete sistemáticamente errores cómicos, como hablar de los “gravitrones” o pensar que la lógica está fundamentada en el teorema de Pitágoras. Como es típico de la pseudociencia, que se obsesiona todavía con el experimento de Michelson y Morley y con el eclipse de 1919, está desconectado de la investigación contemporánea. Para decirlo en una frase: el autor no se ha molestado en entender la ciencia que pretende refutar.

El revuelo

Ahora, eso en si no es ni notable ni interesante. Como dice Pascal Boyer en Cómo encontré errores flagrantes en los cálculos de Einstein:
Los chiflados de verdad interesantes son los que realmente, seriamente intentan hacer ciencia, porque sus productos y sus fallos nos dicen cosas importantes acerca de la ciencia misma.
En este caso, sin embargo, el interés no proviene de la teoría marginal misma, sino de los eventos que rodean su promoción en el seno de una institución como la UNAM. En efecto, fantasiosos y fantasías pseudocientíficas hay y habrá muchos; lo inadmisible es que sean cobijados por instituciones serias. Es grave que la Facultad de Ingeniería use sus recursos para un evento que promueve pseudociencia de lo más chafa, y es grave que se involucre al Instituto de Astronomía de la UNAM y a sus investigadores, diciendo que estos avalan la calidad del trabajo. Al menos eso es lo que parecía que estaba sucediendo y lo que produjo la respuesta de muchos miembros de la comunidad, principalmente a través de las redes sociales, pidiendo una toma de postura de la Facultad de Ingeniería y del Instituto de Astronomía.
Eventualmente vino el correspondiente deslinde del Instituto de Astronomía de la UNAM:

y la noticia de que se cancelaba la “conferencia magna”.

Ignoro la reglamentación relevante de la Facultad de Ingenierías, pero no es claro para mí como puede cancelarse un examen de grado. (¿No había sido ya revisado y aprobado el trabajo por los sinodales?). Sea como sea, creo que el episodio pone en evidencia ciertas debilidades institucionales. ¿De verdad habrá profesores en nuestras instituciones públicas que son incapaces de distinguir “entre chifladuras y trabajos serios”? (No es este, por supuesto, el único caso.)

Donde claramente son incapaces de distinguir entre chifladuras y trabajos serios es en La Crónica, periódico que publicó esta nota, con toda la pinta de un serio candidato a un premio de antiperiodismo o quizá de una inserción pagada. Se trata de un ejemplo representativo de la pobreza del periodismo mexicano en cuestión de ciencias. Nada hubiera sido más sencillo que levantar el teléfono y pedirle a cualquier investigador del área de gravitación su opinión para poner en evidencia la engañifa. Es también un ejemplo de la tendencia de la pseudociencia de querer hacer ciencia a base de periodicazos.
Aquí hay otra nota (¡de 2008!), en el mismo tenor:

Ahora, una estrategia habitual de charlatanes y engañabobos es la victimización. Y esa fue la estrategia de Gallardo cuando en los foros en redes sociales donde se congregan físicos mexicanos, o se combate y critica la pseudociencia, su trabajo fue cuestionado. La línea argumental es fácil de resumir:

Si no le creyeron a Galileo y a mi tampoco me creen, entonces soy Galileo.
La respuesta adecuada, me parece, es la que da Carl Sagan en El Cerébro de Broca:
El hecho de que se rieran de algunos genios no significa que aquellos de quien se ríen son genios. Se rieron de Colón, se rieron de Fulton y se rieron de los hermanos Wright. Pero también se rieron de Bozo el payaso.
Pero en el universo paralelo de La Crónica, recibir una lluvia de críticas y no convencer a nadie es señal de tener la razón.
Por último, el ingeniero comenta que durante 12 años de investigación tuvo que corregir 51 argumentos contrarios y desde entonces ha contado con el aval de 35 investigadores de la UNAM, entre ellos Alejandro Farah Simón, doctor en ingeniería y perteneciente al Instituto de Astronomía de la UNAM.
Después del deslinde del IA-UNAM es difícil saber si en efecto Alejandro Farah Simón haya asesorado y avalado el trabajo de marras (aunque en efecto aparece como sinodal); pero en todo caso es claro que no tiene una formación como físico, y menos en el área de teorías alternas de la gravedad. Es por demás curioso que el sinodal del Instituto de Astronomía sea un técnico académico que se dedica a la instrumentación en optoelectrónica y no, pongamos, Xavier Hernández Doring, que en efecto trabaja con modificaciones a la gravedad.
Me parece grave el intento de hacer ciencia a base de periodicazos porque representa un intento de evadir los procesos normales de la ciencia, y porque contribuye a dañar el entendimiento público de la ciencia. En esto, por supuesto, La Crónica ha sido cómplice.

¿Final feliz?

Se haya o no suspendido el examen de grado (lo cuál también sería muy fuerte) me parece que el daño está hecho. Tendría que explicar la Facultad de Ingeniería en que punto fallaron sus reglas y controles. Si el trabajo no tenía la aprobación de director de tesis y sinodales ¿por qué estaba programado? Y si en efecto la tenía, ¿como es que los sinodales y el director de tesis pudieron admitir un trabajo de tan poca calidad?

¿Cuándo se perdió la capacidad de distinguir entre realidad y fantasía, y quién fue el que la perdió?


Por Selim Gomez Avila , 2014,

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