También puede liberarse por la erosión de rocas y volcanes. Se ha estimado que el incremento en emisiones de plantas de energía eléctrica y usos industriales en el último siglo han triplicado la cantidad de mercurio en el medio ambiente. El mercurio atmosférico puede depositarse en la superficie de cuerpos de agua, donde es convertido por bacterias a metilmercurio e ingerido por peces. La fuente principal de exposición a mercurio orgánico es el consumo de pescado, especialmente de peces con un lugar más alto en la cadena alimenticia. Por ejemplo, una lata de atún contiene 28 microgramos de metilmercurio. También puede haber mercurio en leche materna si la madre tiene concentraciones sistémicas, en algunos cosméticos usados por ciertos grupos étnicos, así como remedios herbolarios y amalgamas dentales.
El mercurio es una neurotoxina conocida, y el cerebro fetal parece ser especialmente susceptible a la exposición al mercurio orgánico. Se han descrito brotes con exposiciones a dosis altas. Uno fue en Japón en una zona llamada Minimata, donde las aguas oceánicas estaban altamente contaminadas con mercurio industrial. Cuando los lugareños ingerían peces contaminados, se presentaron muchos casos de intoxicación por mercurio, muertes y niños nacidos con discapacidades graves del desarrollo como parálisis cerebral, retraso mental y convulsiones. En Iraq hubo un incidente de contaminación de granos a principios de los años setenta, causando muchos casos de intoxicación por mercurio y muertes; los bebés que nacieron durante ese tiempo presentaron graves discapacidades del desarrollo. En este caso, los investigadores fueron capaces de documentar hasta cierto punto una respuesta dosis-respuesta; aquellas personas expuestas a niveles más altos presentaron una discapacidad más grave.
En la década de los 80´s, dos grandes estudios de cohortes trataron de correlacionar la exposición prenatal de metilmercurio con alteraciones en el neurodesarrollo. Un estudio en las Islas Feroe mostró una asociación entre los niveles de mercurio en el cabello de la madre y la sangre del cordón y el neurodesarrollo a los 7 años de edad. Este estudio es extremadamente importante porque los datos se utilizaron para tratar de determinar el nivel de exposición del feto al mercurio por debajo del cual no habría repercusiones en el neurodesarrollo. Estos se utilizaron para elaborar directrices federales de niveles seguros de exposición al mercurio. Se realizó un estudio similar en las Seychelles y no se encontró correlación positiva, aunque la exposición al mercurio fue aproximadamente la misma. La razón de la diferencia no es clara. En las Seychelles, la exposición es a través de ingesta de pescado. En las Islas Feroe, la mayor parte de la exposición al mercurio proviene de comer ballenas piloto, que están contaminadas con otras cosas como los PCB (el artículo no define PCB) El papel que podrían estar desempeñando los PCB en los resultados del neurodesarrollo no es claro.
El timerosal está compuesto por aproximadamente 50 por ciento de etilmercurio, mientras que el metilmercurio es la forma predominante de mercurio orgánico en el medio ambiente. Muchas vacunas infantiles contienen entre 12,5 y 25 microgramos de mercurio. En la década de los ochenta, se encontraba en la vacuna contra la gripe y vacunas contra la difteria, el tétanos y la tosferina. A finales de los años ochenta y principios de los noventa, cuando las vacunas contra la hepatitis B y el Hib se añadieron al calendario de inmunización, había más vacunas en el calendario de inmunización infantil que contenían timerosal.
Un objetivo de la Ley de Modernización de la FDA de 1997 fue compilar una lista de medicamentos y alimentos que contenían compuestos de mercurio introducidos intencionalmente y proporcionar un análisis cuantitativo. La FDA concluyó que los bebés que recibieron vacunas con timerosal en varias visitas podrían exceder la exposición total al mercurio recomendada por las directrices de la Agencia de Protección Ambiental. Estas pautas de exposición se establecieron para evitar la toxicidad al feto. Se basaron en estudios de ingestión oral de metilmercurio, generalmente a través de ingesta de pescado. Se suponía que, dado que la digestión (SIC) era diaria durante meses, la vida media del metilmercurio era de unos 50 días. El objetivo era desarrollar un nivel sin efecto que fuera seguro y luego incluir un factor de seguridad. Para la EPA, ese factor se multiplicó por diez y fijaron el nivel en 0,1 microgramos por kilogramo por día de metilmercurio. Las directrices de la FDA fueron un poco más altas debido a cómo analizaron los datos y su factor de seguridad, pero estos no son niveles tóxicos; son niveles seguros, establecidos para minimizar la posibilidad de problemas de neurodesarrollo. Analizando diferentes edades, específicamente mujeres en los primeros seis meses de vida por diferentes pesos y diferentes percentiles corporales, y calculando por las diferentes normas para el mercurio (EPA, FDA, OMS, etc.), uno puede preguntarse cuál sería un nivel aceptable o seguro de mercurio para esa exposición diaria.
Estos límites de exposición tenían una serie de suposiciones. En el caso de las vacunas, se asume que la toxicidad y farmacocinética del etilmercurio del timerosal y el metilmercurio son iguales, pero se desconoce cómo se relacionan exactamente. Hay algunas pruebas de que el etilmercurio se excreta más rápido en las heces, y algunas pruebas en monos de que menor cantidad llega al cerebro. También asumen que los efectos de la exposición oral en dosis bajas diarias son iguales que un bolo IM y que la susceptibilidad del bebé a la toxicidad es la misma que la del feto. También hay muchas suposiciones de lo que está sucediendo a un feto en desarrollo a diferencia de una inyección a niños de dos y seis meses de edad. Sin embargo, la conclusión fue que los niños que recibían todas las posibles vacunas que contienen timerosal podían recibir mayor cantidad de timerosal en comparación con las directrices de la EPA: 200 microgramos a los seis meses de edad. En el caso de las niñas, el límite superior recomendado era de entre 65 y 106 microgramos, dependiendo del peso, y de 275 microgramos a los dos años.
En 1999, una declaración conjunta del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos de la AAP/FDA instó a los fabricantes a eliminar el timerosal de las vacunas lo antes posible, como medida de precaución para mantener la confianza del público en la inmunización. No había evidencia en el momento de ningún daño causado por los bajos niveles de timerosal en vacunas. El gran alboroto provino de pediatras que vieron potencialmente interrumpido su calendario de inmunización.
El timerosal como conservador se eliminó de la mayoría de las vacunas infantiles en 2001 y los últimos lotes de vacunas con timerosal expiraron en enero de 2003. Todavía se está discutiendo, únicamente debido a litigios en curso tanto en los tribunales estatales como en el Programa de Compensación de Lesiones por Vacunas. El timerosal todavía está presente en algunas de las vacunas contra la gripe que se administran habitualmente a los niños desde 2004. También hay vacunas que contienen niveles de timerosal, a menudo inconmensurables.
Durante los años noventa, aumentó sustancialmente el número de personas que recibieron atención médica por trastornos del espectro autista. Las tasas fueron diez veces más altas que en la década de 1970; en el MMWR, las tasas oscilaron entre 4,5 y casi 10 por cada mil niños de ocho años. Los periódicos informaron que uno de cada 150 niños tiene autismo. Un estudio publicado en Nature Genetics del Proyecto Genoma del Autismo analizó genes de más de 1100 familias con al menos dos niños con autismo. Hay algunas investigaciones muy prometedoras que identifican algunos loci de genes en cromosomas, particularmente el cromosoma 11.
Mientras que los investigadores están cada vez más cerca de entender el origen del autismo, especialmente con respecto al fuerte componente genético, todavía no saben el rol que juega el medio ambiente. Hay alguna evidencia de que ocurre en un huésped susceptible en el que sucede algo más. Las exposiciones prenatales, como por ejemplo a la talidomida, se han relacionado con autismo. Curiosamente, aquellos niños que desarrollaron autismo tenían defectos de nacimiento muy específicos, lo que sugería un momento específico de inicio. La rubéola congénita también se asoció con autismo. Hasta la fecha, no hay pruebas adecuadas de que la exposición posnatal a algún factor esté relacionada con la aparición del autismo, pero permanece la preocupación por el mercurio en las vacunas. Un artículo publicado en Pediatrics hace varios años examinó el autismo y algunas de las características neurológicas, comparándolo con la neurotoxicidad conocida del mercurio. Al comparar los dos, eran diferentes.
El CDC y los NIH comisionaron al Instituto de Medicina para revisar temas específicos de seguridad de las vacunas, incluyendo vacunas y autismo. En su informe de 2001, llegaron a la conclusión de que no era posible aceptar o rechazar una relación causal entre la exposición a vacunas y autismo, TDAH, el habla y el lenguaje por falta de pruebas aceptables. La razón fue la falta de estudios epidemiológicos publicados que examinaran la posible relación entre la exposición a timerosal y los trastornos del desarrollo nerulológico. Sin embargo concluyeron que, debido a que el mercurio es una neurotoxina conocida y como se ha documentado que las exposiciones prenatales al metilmercurio afectan negativamente al desarrollo de la primera infancia, un mecanismo biológico potencial podría al menos ser hipotético y valía la pena investigarlo.
Para probar esta hipótesis, idealmente habría un ensayo doble ciego, aleatorizado, controlado con placebo, aleatorizando a los niños para recibir vacunas con y sin timerosal y seguirlos durante muchos años. Sin embargo, el tamaño de la muestra sería prohibitivo y tampoco se podría hacer desde un punto de vista ético, ya que el objetivo era eliminar el timerosal de las vacunas. La opción son los estudios retrospectivos de cohortes, examinando una cohorte bien definida, sus exposiciones a timerosal y gradaciones de la exposición, y resultados del neuro-desarrollo. Además, los estudios ecológicos pueden rastrear los cambios en la incidencia del autismo y otros trastornos del neurodesarrollo conforme cambia el uso de timerosal.
El primer estudio publicado, de Dinamarca, fue un estudio de cohorte basado en la población de todos los niños nacidos en ese país entre enero de 1990 y diciembre de 1996, un total de casi medio millón. Su sistema de salud fue capaz de rastrear y comparar a los niños que recibieron vacunas con timerosal con aquellos que recibieron vacunas libres de timerosal; en general, las vacunas contra la difteria/ tétanos/pertussis a medida que evolucionaban. El uso de timerosal se descontinuó en 1992. Fueron capaces de identificar 440 casos de autismo y 787 con otros trastornos del espectro autista. Encontraron que el riesgo de autismo y trastornos del espectro autista no diferían significativamente entre los grupos. Por ejemplo, en el caso del autismo, la relación de riesgo fue de 0,85, lo que no mostró ningún vínculo entre la vacuna que contiene timerosal y el desarrollo de autismo y trastornos del espectro autista. Además, no encontraron evidencia para una asociación de dosis-respuesta.
El siguiente gran estudio se realizó en los Estados Unidos, utilizando el proyecto Vaccine Safety Datalink, que fue desarrollado como un estudio de tamizaje e iniciado a finales de 1999. El estudio fue ideado para examinar la asociación entre la exposición a timerosal de las vacunas infantiles a los uno, tres y siete meses de edad y varios diagnósticos incluyendo autismo, retrasos del habla y el lenguaje, tics y TDA. Este estudio se realizó en dos fases; la primera fase en dos organizaciones de atención administrada (HMO A y B) que examinan a todos los niños nacidos entre enero de 1992 y diciembre de 1998. La segunda fase se realizó en una tercera organización de atención administrada (HMO C). Los resultados preliminares mostraron una asociación dosis-respuesta estadísticamente significativa entre la exposición a timerosal a los tres meses de edad y cualquiera de los diversos trastornos del neurodesarrollo.
El timerosal como conservante se eliminó de la mayoría de las vacunas infantiles en 2001 y los últimos lotes de vacunas conservantes timerosales expiraron en enero de 2003. Todavía se está discutiendo sólo debido a litigios en curso tanto en los tribunales estatales como en el Programa de Compensación de Lesiones por Vacunas. El timerosal todavía está contenido en algunas de las vacunas contra la gripe que se administran habitualmente a los niños desde 2004. También hay vacunas que contienen niveles de timerosal, a menudo inconmensurables.
Durante los años noventa, el número de personas que se informó que recibían servicios para trastornos del espectro autista aumentó sustancialmente. Las tasas son diez veces más altas que en la década de 1970; en el MMWR, las tasas oscilaron entre 4,5 y casi 10 por cada mil niños de ocho años. Los periódicos han informado que uno de cada 150 niños tiene autismo. Un estudio publicado en Nature Genetics del Proyecto Genoma del Autismo analizó genes de más de 1100 familias con al menos dos niños con autismo. Hay algunas investigaciones muy prometedoras que identifican algunos loci de genes en cromosomas, particularmente el cromosoma 11.
Mientras que los investigadores están cada vez más cerca de entender de dónde proviene el autismo, especialmente con respecto al fuerte componente genético, todavía no saben si un golpe ambiental también es necesario. Hay alguna evidencia de que ocurre en un huésped susceptible en el que sucede algo más. Las exposiciones prenatales, como la talidomida, se han relacionado con el autismo. Curiosamente, aquellos niños que desarrollaron autismo tenían defectos de nacimiento muy específicos, lo que sugería una hora específica de inicio. La rubéola congénita también se había asociado con el autismo. Hasta la fecha, no hay pruebas buenas de que la exposición posnatal a cualquier cosa esté relacionada con la aparición del autismo, pero la preocupación por el mercurio en el timerosal en las vacunas permanece. Un artículo publicado en Pediatrics hace varios años examinó el autismo y algunas de las características neurológicas, comparándolo con la neurotoxicidad conocida del mercurio. Al comparar los dos, eran diferentes.
El Instituto de Medicina fue encargado por los CDC y los NIH para revisar temas específicos de seguridad de las vacunas, incluyendo vacunas y autismo. En su informe de 2001, llegaron a la conclusión de que las pruebas eran inadecuadas para aceptar o rechazar una relación causal entre la exposición a las vacunas contencioso-a y el retraso del autismo, el TDAH, el habla y el lenguaje. La razón fue que no hubo estudios epidemiológicos publicados que examinaran la posible relación entre la exposición timerosal y los trastornos neurodesarmentales. Sin embargo, concluyeron que, debido a que el mercurio es una neurotoxina conocida y porque se ha documentado que las exposiciones prenatales al metilmercurio afectan negativamente al desarrollo de la primera infancia, un mecanismo biológico potencial podría al menos ser hipotético y valió la pena investigarlo.
Para probar esta hipótesis, idealmente habría un ensayo doble ciego, aleatorizado, controlado con placebo, aleatorizando a los niños para recibir vacunas que contienen timerosal o no y seguirlas durante muchos años. Sin embargo, el tamaño de la muestra sería prohibitivo y tampoco se podría hacer desde un punto de vista ético, ya que el objetivo ya era eliminar el timerosal de las vacunas. Esto deja estudios retrospectivos de cohortes, examinando una cohorte bien definida, sus exposiciones a timerosal y gradaciones de la exposición, y resultados neuro-desarrollo. Además, los estudios ecológicos pueden rastrear los cambios en la incidencia del autismo y otros trastornos del neurodesarconocimiento como el uso de cambios timerosales.
El primer estudio publicado, de Dinamarca, fue un estudio de cohorte basado en la población de todos los niños nacidos en ese país entre enero de 1990 y diciembre de 1996, un total de casi medio millón. Su sistema de atención de la salud fue capaz de rastrear y comparar a los niños vacunados con vacunas que contienen timerosal con niños vacunados con vacunas libres de timerosal, en general, las vacunas contra la difteria/ tétanos/pertussis a medida que evolucionaban. El uso de timerosal se interrumpió en 1992. Fueron capaces de identificar 440 casos de autismo y 787 con otros trastornos del espectro autista. Encontraron que el riesgo de autismo y trastornos del espectro autista no diferían significativamente entre los grupos. Por ejemplo, en el caso del autismo, la relación de riesgo fue de 0,85, lo que no muestra ningún vínculo entre la vacuna que contiene timerosal y el desarrollo de autismo y trastornos del espectro autista. Además, no encontraron evidencia para una asociación de dosis-respuesta.
El siguiente gran estudio se realizó en los Estados Unidos, utilizando el proyecto Vaccine Safety Datalink, que fue desarrollado como un estudio de tamizaje e iniciado a finales de 1999. El estudio fue ideado para examinar la asociación entre la exposición a timerosal en las vacunas infantiles a los uno, tres y siete meses de edad y varios diagnósticos: autismo, retrasos del habla y el lenguaje, tics y TDA. Este estudio se realizó en dos fases; la primera fase en dos organizaciones de salud (HMO A y B) que examinaron a todos los niños nacidos entre enero de 1992 y diciembre de 1998. La segunda fase se realizó en una tercera organización (HMO C). Los resultados preliminares mostraron una asociación dosis-respuesta estadísticamente significativa entre la exposición a timerosal a los tres meses de edad y diversos trastornos del neuro desarrollo.
Estos hallazgos se examinaron en una reunión celebrada en Georgia, a principios de junio de 2000. Se invitó a varios consultores a examinar los hallazgos y asesorar a los CDC. Finalmente se presentaron en el ACIP de junio y luego en el Instituto de Medicina. La reunión fue el tema central de los artículos de Rolling Stone y Salon, quienes sugirieron que algo nefasto estaba sucediendo porque los resultados finales del informe publicado eran diferentes a los hallazgos preliminares. Diferían porque después de la revisión por pares los autores corrigieron los errores y perfeccionaron sus métodos analíticos, ajustando para la utilización de los servicios de salud. La principal influencia en cuando los niños obtuvieron la vacuna fue la frecuencia con la que acudieron al médico, lo que también influiría en los diagnósticos y comportamientos. También ampliaron el período de seguimiento, por lo que tuvieron más diagnósticos. Pero el hecho de que los resultados finales diferían de los preliminares sólo avivó las sospechas de que algo estaba siendo ocultado.
En el artículo publicado, en la Fase I, la exposición acumulada a timerosal a los tres meses se asoció con tics. En la HMO B, la exposición acumulada a los tres y siete meses se asoció con retrasos en el lenguaje, con riesgos relativos relativamente bajos. En la Fase II de HMO C, no hubo asociaciones significativas entre la exposición a timerosal acumulada a uno, tres o siete meses y retraso del habla o del lenguaje, el TDA o los tics. Sólo HMO B tenía un número suficiente de casos de autismo para realizar un análisis, e incluso en el análisis preliminar, el autismo no se asoció significativamente con la exposición a timerosal. La conclusión fue que no había evidencia de una asociación clara entre la exposición a timerosal en vacunas infantiles y trastornos del neuro desarrollo específicos. Sin embargo, los resultados entre los HMO eran incoherentes, por lo que se recomendó seguir investigando.
El siguiente estudio fue un estudio de cohorte retrospectivo que examinó a más de 100.000 niños nacidos en el Reino Unido entre 1988 y 1997, que evaluó la relación entre la exposición a timerosal a través de vacunas DT o DTP y resultados en el neurodesarrollo. Hubo algunas pruebas de mayor riesgo de tics con dosis crecientes a los cuatro meses, pero no se encontraron asociaciones negativas entre la exposición a timerosal y el TDA, los trastornos generales del desarrollo y el retraso no especificado en el desarrollo.
Un problema con estos estudios de cohortes es que la precisión diagnóstica de trastornos como TDA o autismo no es perfecta. Por ejemplo, en el estudio que acabamos de presentar, el 90 por ciento de los tics eran transitorios. Las dosis de timerosal también difieren entre estudios. Los estudios de cohortes se utilizan mejor para cuantificar un riesgo de exposición en lugar de para demostrar su ausencia.
El Dr. Liebermann habló posteriormente de estudios ecológicos. En 2000, el Instituto de Medicina presentó datos que mostraban la cantidad de timerosal en vacunas y casos de autismo diagnosticados en California por año de nacimiento. Los datos mostraron aumentos en la cantidad de timerosal dado a los niños por cohorte de nacimiento y aumentos en las tasas de diagnóstico de autismo, y correlacionan bastante bien. La tasa de autismo aumentó a mediados de los años ochenta, incluso antes de un aumento en el timerosal. Sin embargo, cualquier cosa que aumentó en los años noventa corrrelaciona con diagnósticos de autismo, incluyendo el uso de computadoras personales en el hogar y teléfonos celulares. Este tipo de datos sólo muestra que dos cosas estaban aumentando al mismo tiempo. No dice nada sobre una posible asociación.
Un estudio ecológico en Dinamarca analizó datos de casi 1.000 niños diagnosticados con autismo durante 30 años. El timerosal se utilizó en vacunas infantiles desde principios de los años cincuenta hasta 1992, y no hubo tendencia a un aumento del autismo hasta 1990. De 1991 a 2000, la incidencia del autismo aumentó, después de que el timerosal se interrumpió de las vacunas, lo que sugiere que no hay relación entre el timerosal y el autismo en Dinamarca.
En Suecia, un estudio ecológico similar analizó a pacientes hospitalizados diagnosticados con autismo entre los dos y diez años de edad durante un período de 12 años. Examinó la dosis acumulada media de timerosal utilizando los niveles de cobertura de vacunas. El timerosal fue eliminado en 1993, después de lo cual los datos no mostraron ninguna disminución en el autismo, de hecho, continuó aumentando. De 1980 a 1996 hubo casi una duplicación en los casos. Al examinar todos estos estudios, el informe del Instituto de Medicina en 2004 concluyó que la evidencia favorece el rechazo de una relación causal entre las vacunas que contienen timerosal y autismo.
Hay estudios que muestran una asociación: dos estudios ecológicos y tres estudios utilizando recopilación pasiva de datos, todos de los mismos autores, que son los únicos que han encontrado una relación entre la vacuna MMR y el autismo. Citando el Instituto de Medicina, "Estos estudios citados tienen graves defectos metodológicos. Sus métodos analíticos no eran transparentes, por lo que los resultados no eran interpretables y, por lo tanto, no contributivos con respecto a la causalidad." Utilizaron la base de datos VAERS para calcular una incidencia de trastornos del neurodesarrollo y enfermedades cardíacas tras vacunas DTaP que contienen timerosal frente a vacunas DTaP libres de timerosal. Podría ser posible con eventos raros, como la invaginación intestinal o Guillain Barre, pero no con el autismo. Encontraron un vínculo de distribución exponencial entre el autismo, los trastornos del habla y el paro cardíaco, y la dosis de timerosal. VAERS tiene muchas limitaciones. Es pasivo y hay informes insuficientes, informes incompletos y, sin duda, sesgo. No se puede usar para calcular la incidencia y los casos no se verificaron. Estos autores también hicieron un estudio ecológico con datos del Departamento de Educación de los Estados Unidos. Compararon el autismo con la exposición a timerosal por cohorte de nacimiento y mostraron una relación lineal: a medida que aumentaba el timerosal en las vacunas, el autismo aumentó. Sin embargo, eso no prueba causalidad y no es claro cómo realmente obtuvieron sus datos.
Un artículo publicado por Sarah Parker y sus colegas analizó cuidadosamente los estudios sobre el autismo y la exposición a timerosal, haciendo hincapié en la calidad de los estudios. ¿Qué tan buenos son los datos? ¿Se definen los criterios de exclusión y se describen con precisión las medidas de resultados? ¿Hay alguna base para el tamaño de la muestra? ¿Está controlado el sesgo? El documento concluyó que si bien los estudios que no apoyan una relación no son perfectos, se puede entender la metodología. Los estudios que apoyan una relación no tienen utilidad para evaluar una posible asociación entre timerosal y los trastornos del neurodesarrollo.
Desde el informe de la OIM, se han realizado dos nuevos estudios. En el Reino Unido, un estudio longitudinal de más de 14.000 niños determinó las edades en las que les aplicaron vacunas con timerosal, calculó los niveles de exposición al mercurio y los comparó con el desarrollo entre los 6 y los 91 meses de edad. Una vez más, los resultados no mostraron evidencia de ningún efecto nocivo de la exposición temprana a timerosal en los resultados neurológicos o psicosociales. De hecho, los resultados no ajustados sugirieron un efecto benéfico de la exposición a timerosal. Por ejemplo, aquellos expuestos a timerosal tuvieron menos hiperactividad y mejor desarrollo. Cuando se ajustaron los resultados para posibles variables de confusión, ocho de las nueve asociaciones significativas mostraron un efecto benéfico, sin sugerir que el timerosal es protector, pero no hay evidencia de daño. La única asociación negativa fue el mal comportamiento pro-social a los 47 meses.
El último estudio, publicado el año pasado desde Montreal, examinó a casi 30.000 niños y evaluó la relación entre el desarrollo del trastorno generalizado del desarrollo y los cambios en las vacunas, exposición a timerosal y la MMR. La exposición acumulativa al timerosal aumentó y disminuyó con el tiempo y para 1996, se había eliminado de las vacunas. Se encontró un total de 182 niños con trastornos generalizados del desarrollo. Si se analiza la cantidad promedio de timerosal en las vacunas y diagnósticos de autismo por cohorte de nacimiento, se puede observar la misma tendencia de aumentos en los casos a lo largo del tiempo, incluso en aquellos lactantes que no estuvieron expuestos a timerosal. Esta parece ser la evidencia más convincente de ausencia de asociación. Si el timerosal es responsable del autismo, ya que se elimina de las vacunas, los casos de autismo deben disminuir, pero eso no está sucediendo.
Los datos de California entre 2002 a 2006 que se han presentado para su publicación, indican que han continuado en aumento los casos de autismo en niños de tres a cinco y de seis a nueve años. No hay evidencia alguna de disminución en el número de casos de autismo desde que se ha eliminado el timerosal de las vacunas. En cambio, los casos han seguido aumentando. La ciencia muestra que en estudios epidemiológicos bien diseñados, no hay asociación entre la exposición timerosal de las vacunas y el autismo. Los estudios ecológicos muestran que el autismo no baja cuando se elimina el timerosal de las vacunas infantiles. Los estudios en cultivos de tejidos y animales proporcionan información interesante sobre la toxicidad, pero no se traducen en lo que está sucediendo en los niños.
Por último, el Dr. Liebermann habló de consecuencias no deseadas. Por ejemplo, la dosis al nacer de la vacuna contra la hepatitis B se recomienda universalmente para prevenir contra las fallas de la detección, pero los hospitales suspendieron la dosis de nacimiento de rutina en 1999, después de la declaración conjunta hasta que hubieran vacunas libres de timerosal. Sin embargo, para 2006, las tasas de cobertura de vacunas para la dosis de nacimiento seguían siendo inferiores a los niveles de 1999. Como consecuencia, cientos de niños en los Estados Unidos nacieron de madres con hepatitis B positiva y, por diversas razones, no se examinaron. Los lactantes no recibieron su dosis de vacuna contra la hepatitis B con el consiguiente riesgo de convertirse en portadores crónicos de hepatitis B. Preocupación por la seguridad de las vacunas y el temor de que la vacuna MMR causara autismo hizo que las tasas de vacunación disminuyeran en el Reino Unido con brotes posteriores de estas enfermedades prevenibles. El miedo al timerosal hizo que algunos niños de alto riesgo no recibieran la vacuna antigripal recomendada. Así que hay consecuencias reales para cada decisión tomada.
California ha aprobado leyes que prohíben las vacunas que contienen timerosal para niños menores de tres años y mujeres embarazadas en ese estado. Se estableció una disposición para una exención en caso de emergencia o escasez de vacunas. En otoño de 2006, se retrasó el envío de algunas dosis de vacuna contra la gripe para niños de tres años de edad y menores porque un virus de la vacuna fue de crecimiento lento. Un grupo de organizaciones médicas solicitó una exención, que se concedió. No hay datos que muestren cómo esto influyó en las vacunas contra la gripe en California, pero las vacunas contra la gripe dependen del tiempo y no tenerlas hace que sea muy difícil vacunar a los niños. Cualquier cosa que limite la disponibilidad de vacunas para los niños potencialmente los pone en riesgo.
En conclusión, la evidencia no apoya una asociación entre timerosal y autismo. La consistencia entre estos estudios bien diseñados da fuerza a sus conclusiones individuales. El autismo está aumentando y la investigación debe orientarse hacia áreas de mayor promesa.
Discusión
El Dr. Harry Hull preguntó si había alguna otra razón posible por la cual el diagnóstico de autismo podría estar aumentando. Por ejemplo, recientemente hubo algo en la prensa popular que decía que el autismo está aumentando, pero la discapacidad mental está disminuyendo porque se está reclasificando, o que los programas de apoyo para familias con un niño autista podrían estar llegando a más niños que son diagnosticados con autismo. El Dr. Liebermann respondió que parte del aumento está relacionado con cambios en los criterios de diagnóstico y la accesibilidad a los servicios. Pero entre los pediatras, también hay una sensación de un aumento real, por lo que es importante investigar qué está llevando a ese aumento.
El Dr. David Salisbury señaló que los niveles reportados en el calendario del Reino Unido eran más bajos que los experimentados en los Estados Unidos. Sin embargo, las vacunas se administraron a los dos, tres y cuatro meses en el Reino Unido en lugar de a los dos, cuatro y seis meses, en parte porque los niños son llamados activamente a través de registros. El hecho de que los estudios del Reino Unido no mostraran ninguna asociación es importante porque las edades se correlacionan bastante razonablemente y el cumplimiento de las edades recomendadas para la vacunación es muy estricto.
Thimerosal and Autism: Reviewing the Evidence
Revisión: Javier Delgado