Ante la pandemia por el COVID-19, diversas autoridades sanitarias, entre las que se encuentran la Organización Mundial de la Salud, los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) de USA y la Secretaría de Salud de México, han recomendado el uso de mascarillas, también conocidos como cubrebocas o respiradores, en las actividades fuera de casa, como una medida para disminuir el riesgo de contagio viral.
Sin embargo, hay gente que ha tratado de desalentar su uso en la población general con diversas afirmaciones, entre las cuales está el que el uso de este dispositivo impide que se respire el oxígeno suficiente del aire ambiente, lo cual puede ocasionar daños al cuerpo. Esas afirmaciones no son ciertas. Vamos a explicar un poco más al respecto.
Una mascarilla (también conocida como respirador o, de forma coloquial, como cubrebocas, aunque se prefiere no usar este término debido a que hay personas por este motivo de sólo mencionar la boca, lo usan mal) es, a grandes rasgos, un dispositivo que pone una barrera entre las vías respiratorias y el aire ambiente para, principalmente, impedir la diseminación de patógeno que emanen de nuestras vías respiratorias, lo cual es la razón principal por la que toda mascarilla debe cubrir tanto la nariz como la boca; asimismo, aunque la evidencia en este punto no es concluyente, se considera que las mascarillas ayudarían a impedir el paso de elementos hacia las vías respiratorias y dañar al organismo (y por lo mismo, para ser eficaces, una vez más deben cubrir nariz y boca).
Hay varios tipos diferentes de mascarillas, algunas diferencias son el tipo de materiales usados en su fabricación, la cantidad de partículas filtradas, si son de uso médico o civil etc. Para proteger el cuerpo, se debe saber contra qué se le quiere proteger.
Si cada partícula de lo que se quiere filtrar se ve a simple vista, la mayoría de las telas funciona, sin embargo, los microorganismos (entre los que están las bacterias, los hongos, los parásitos y también los virus) y algunos aerosoles no biológicos (sustancias químicas como pinturas, solventes, desechos tóxicos) son demasiado pequeños y pasan entre la mayoría de las telas comunes, así que se requieren otros materiales.
Los más comunes son las mascarillas quirúrgicas (las azules que usa el personal de salud), pero hay algunos que tienen requerimientos más estrictos para asegurar que no entre ni salga nada del de este dispositivo sin filtrarse (y no se escape el aire por los lados, por ejemplo).
Las mascarillas n95 son las que más se están utilizando y se llaman así porque la eficacia del filtrado es del 95% de todas las partículas; son similares a los kn95, estos dos últimos deben pasar por un proceso de certificación.
Cabe hacer mención que las mascarillas recomendadas por las autoridades sanitarias para la población general no son n95 ni quirúrgicos, ya que estos solo están recomendados para trabajadores de la salud quienes están en contacto todo el tiempo con pacientes potencialmente infectados; para la población general, se recomienda que sean de tres capas de tela (con poliéster y algodón en medio, para aumentar la filtración) y se considera suficiente para disminuir la probabilidad de que alguien enfermo (aunque esté asintomático) contagie a otra persona (lo cual es el principal problema).
Para comprender mejor, vamos a ponerlo en cifras para poder dimensionar y así entender mejor lo que respecta a las mascarillas, oxígeno y SARS-CoV-2. La molécula de oxígeno tiene un tamaño aproximado de 152 picómetros. Un picómetro es la billonésima parte de un metro
En tanto el SARS-COV-2 mide 125 nanómetros, un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro. En otras palabras, el virus es más de 820 veces más grande que la molécula de oxígeno. Para que nos demos una idea, si hacemos la comparación, más moléculas de oxígeno caben en el espacio del virus que el número de veces que la luna cabe en el sol, casi el doble de veces de lo que nuestro satélite natural entraría en el astro rey.
Además, SARS COV 2 no viaja por sí solo, sino que lo hace a través de un vehículo: las gotas de saliva y moco, los cuales tienen un diámetro de alrededor de 5 micras, recordando que un micrómetro es una millonésima parte de un metro. Aquí es donde entra la mascarilla ya que detiene a estas gotas. Prácticamente la mascarilla, con las fibras de sus materiales, hace las veces de una red, la cual se refuerza con la humedad, además que el grosor de la mascarilla, que puede expresarse en fracciones de milímetros, puede contribuir a dificultar la diseminación No obstante, ninguno de esos dispositivos disminuye la oxigenación de quienes los usan debido a que la molécula de oxígeno, el cual es un gas, difunde fácilmente de un lado a otro de la mascarilla, una situación que es similar a lo que ocurre con el CO2, y por tanto una persona no pierde su saturación de oxígeno, la cual se considera normal cuando las cifras son iguales o por arriba del 95%.
Vamos a hacer una pequeña demostración ahora mismo para que puedan verlo.